“Huir no soluciona los problemas cuando uno ha sido herido
en serio. Al fin y al cabo, a donde quiera que vayas, llevarás contigo la
cabeza y el corazón” –Dolores Clairbone (Stephen King)
El diario
Todo comenzó un viernes de invierno. Yo había salido de la
escuela y viajaba en el colectivo hacia mi casa. Normalmente me siento en los asientos
individuales, porque no me gustan los dobles, pero ese día el colectivo iba
lleno de personas que salían de trabajar, de la escuela, como yo, y otros que
entraban a los mismos. Así que iba sentada en un asiento doble porque era el
único que había conseguido. Tengo un
viaje largo a casa, por lo que siempre leo en el colectivo. Rara vez presto
atención a las personas que están a mi alrededor. Es por eso que no noté cuando
la persona que estaba a mi lado se levantó y otra distinta se sentó en su
lugar. Solo en un momento desvié mi mirada hacia la muchedumbre, cuando pasaba
por un lugar al que por costumbre siempre miro, esta vez no pudo ser posible
debido a la gente que se interponía.
Solo en ese instante miré distraídamente a mi compañera de asiento. Era una chica, calculo, que de mi edad. Seguí
con mi lectura, entonces empecé a sentir que me miraba. Traté de no darle importancia y concentrarme
en lo mío.
El colectivo ya se había vaciado bastante para cuando ella
se levantó. La seguí con la mirada, intrigada, algo en ella me llamaba la
atención. Justo antes de bajar me miró, parecía cansada, como si no hubiera
dormido en días y me dedicó una sonrisa triste.
Entonces me di cuenta que se había dejado un cuaderno en el asiento,
pero ya era tarde, ya había bajado y el colectivo seguía su recorrido. Tomé el cuaderno y lo abrí buscando un
teléfono, una dirección a donde devolverlo. Pero en vez de eso, me encontré un mensaje
escrito en la primera hoja, que decía así:
“A quien sea a que le
haya llegado este diario: Hola, soy Caroline, si tenés este diario en manos no
es por casualidad, si no, porque te he elegido para sepas mi historia. ¿Por qué
te he elegido? Eso no lo sé, supongo que cuando te vi, supe que eras vos el
indicado/a para leer lo que sigue a continuación. Escribí esto porque nunca
pude contárselo a nadie y solo necesito que alguien lo lea y sepa por todo que
tuve que pasar. No me decidí por eso hasta hoy, nunca me creí capaz de dejar
que alguien lo leyese, sin embargo acá estoy, escribiéndote esto. Espero que
haya elegido bien y de verdad, espero que lo leas, porque sos la única persona
que puede llegar a comprenderme. Ahora el diario está en tus manos, hacé lo que
te parezca correcto.
Caroline.”
Tuve que bajar del colectivo y al llegar a casa, luego de
almorzar, fui a mi habitación y me senté en la cama con el diario en las manos,
lo abrí y en la segunda hoja encontré esto
y no era nada de lo que había esperado.
Sábado 19 de noviembre de 2011
Mamá volvió con las
ropas ensangrentadas otra vez y se explicó con la excusa de que atropelló un
perro en la calle y tuvo que sacarlo del camino. Sé que está asesinando
personas otra vez, y ella sabe que lo sé, siempre sabe.
Desde que empezó hace
dos años, supe que algo no andaba bien
con ella, tal vez siempre estuvo enferma y yo era demasiado pequeña para
entenderlo. Ahora, con diecisiete años, veo las cosas con un poco más de claridad.
Sé que ella se ha esforzado para no hacerlo más, ha intentado detenerse, y
funcionó, por un tiempo... A pesar de todo, mi madre nunca me ha hecho daño, ni
me ha tratado mal. Se ha hecho cargo de mí todos estos años, y ha sido buena
conmigo. Aunque sé que no me quiere, pero al menos lo disimula. Con el paso del
tiempo, me he dado cuenta de que no puede amar ni sentir compasión por nada ni
nadie. Así que, llegué a la conclusión que sólo se ha ocupado de mí por una
cuestión de responsabilidad. Nunca hablamos
del tema, las veces que he intentado hablar con ella, se alteró y enojó mucho,
así que no lo hice más.
Mi madre está enferma
y necesita ayuda, porque no puede controlarse y porque sé que se va a poner
peor. Pero yo no puedo buscar ayuda, porque si lo intentara, si lo
decidiera, ella se daría cuenta, porque
siempre descubre mis intenciones. Estará loca, pero no es estúpida. Así que he decidido escribir esto, ya que no
se lo puedo contar a nadie, ni siquiera a mis amigos más íntimos, no lo
entenderían y es peligroso. Corro un grave riesgo de que ella lo encuentre, así
que lo he escondido bien en el sótano.
Domingo 20 de noviembre.
El asesinato del
hombre de ayer ya está en las noticias. En la nota que dio un oficial de
policía en la televisión, se ha hablado de un asesino en serie. La policía sabe
que no fue un asesinato común, saben que se enfrentan a una persona que ya ha
asesinado muchas veces.
Evito encender la
televisión en los canales de noticias, no quiero que mamá se altere, porque ha
estado actuando raro últimamente. Creo que no está siendo lo suficientemente
cuidadosa y temo que, si sigue así, terminen dando con ella. Eso significa que
irá a la cárcel, y no sé qué será de mi entonces.
Como mi madre se ha
ido sin decir nada, estoy sola en casa. Así que aproveché para escribir e
investigar un poco sobre lo que decía el noticiero. Dicen que seguramente ella
sufra de trastornos mentales, pero que sabe lo que hace, ya que sus crímenes
están bien planificados y es cuidadosa con las evidencias. No sé hasta qué
punto ese especialista pueda tener razón. A veces parece que está totalmente
loca y a veces parece tan cuerda, como una persona normal.
Sé que nunca se ha
arrepentido por haber matado a esas personas. Si intentó detenerse, fue por el
hecho de que no quería que la atrapen. En ese caso, yo iría a un orfanato. Una
cosa que me aterra es lo que puede llegar a suceder cuando cumpla los dieciocho
y sea mayor de edad, porque no tendrá que hacerse cargo de mí nunca más y yo no
tengo a donde ir.
Lunes 28 de noviembre
No he podido escribir
estos días porque mi madre se ha puesto muy mal. Está alterada porque ha visto
las noticias, que ahora dicen que la policía ha encontrado ADN en el cadáver
del hombre. Estoy muy asustada, mientras estábamos comiendo ha lanzado un plato
hacia el televisor y lo ha roto. Luego se encerró en su habitación por el resto
del día y no la vi salir en ningún momento, hasta ahora. Se fue en la camioneta
hace unos cinco minutos, creo que ha salido de caza otra vez.
Me estuve sintiendo muy
mal en estos días porque he llegado a pensar que tal vez tengo algo de culpa de
todo esto. Soy la única que sabe que ella es la que ha estado asesinando todo
este tiempo. No puedo dormir porque las caras de los familiares de las víctimas
aparecen en mi mente y me miran como si yo fuera la que mató a sus seres
queridos. Algunas caras son inventadas y otras las he visto en la televisión.
Me gustaría decirles que de verdad lo siento. Porque no sé cómo pararla. Estuve
pensando en buscar la forma de encerrarla en una habitación, tal vez en el
baño, y llamar a la policía, tengo que meditarlo y planearlo bien. Por otro
lado, mi madre apenas me habla, creo que sabe que estoy planeando algo.
Estoy intentando con
todas mis fuerzas estar calmada, pero siento que en cualquier momento voy a
enloquecer.
Miércoles 30 de noviembre
No puedo aguantar más
esto. Mi madre me ha ordenado no ir más a la escuela, ha estado más paranoica
que nunca. Creo que ya no piensa con claridad. En los últimos días apareció
otra víctima. Lo ha destrozado. No exagero. De ahora en más, miro la televisión
sola en mi habitación. En las noticias dijeron que le han sacado los ojos a la
víctima. Se está descontrolando, no creo que haya planeado bien eso, creo que
fue impulsiva y descuidada.
Cuando vi eso supe que
tenía que hacer algo y casi logro encerrar a mi madre en un armario, cuando
estaba guardando ropa. Pero lo supo, ella siempre sabe, descubrió mis
intenciones y le ha dado un ataque. Nunca la había visto así. Me pegó y me
arrastró de los pelos hasta el sótano y luego me ha encerrado. No ha dicho ni
una palabra más. Las primeras horas estuve gritando, pero nadie me escucha
desde acá. Cuando me trae comida he intentado hablar con ella, hasta me he
disculpado, le rogué que me sacara, pero no dijo nada, sólo me miró una vez a
los ojos y pude ver su locura y su desprecio hacia mí. No sé qué es lo que la
hace seguir trayéndome comida. No sé cuánto tiempo más me mantendrá con vida.
Lo único que tengo es este diario, que por suerte lo escondí acá en el sótano.
Miércoles 7 de diciembre
Esta semana pasaron
demasiadas cosas y voy a tratar de explicarlas lo mejor que pueda. Primero, mi
madre escapó y me dejó en el sótano, lo supe cuando escuché el ruido del motor
de la camioneta encendiéndose. Todavía no sé cómo logré eso, supongo que tengo
una muy buena audición. Entonces supe que era el momento de escapar, era mi
única oportunidad. Corrí hacia la estantería y busqué la caja de herramientas
que era de papá. Él murió en un accidente, chocó con el auto cuando yo tenía
nueve años. A veces creo que no fue un accidente, que lo hizo a propósito
porque descubrió lo que era mamá y no pudo soportarlo. Pero supongo que nunca
sabré la verdad sobre eso. En fin, tomé
un martillo de la caja de herramientas y me acerqué a la puerta. Tuve que dar
varios golpes hasta que pude romper la
cerradura, no soy muy buena con el martillo y carezco de fuerza también, así
que me llevó un rato. Más que nada porque estaba muy nerviosa, en ese momento
no sabía adónde había ido mi madre y cuándo iba a volver.
Cuando logré salir del
sótano, me encontré con un silencio abominable en la casa. Mi desesperación era
indescriptible, no sabía qué tenía que hacer. Podía llamar a la policía, pero
entonces mi vida estaría acabada, porque en todos lados se me conocería como la
hija de la asesina en serie de la ciudad. Entonces pensé “de todas formas
tienen el ADN ¿no? Sabrán que es ella en cualquier momento” Pero ¿qué pasaba si
no, si no lo averiguaban a tiempo y nunca la atrapaban? Tendría la culpa y
sería cómplice de todas las personas que había matado y que mataría en el
futuro. Así que, tomé todo el dinero que tenía ahorrado, que no era mucho, pero
al menos era algo. En una mochila vieja, guardé un poco de ropa y solo lo que
pensé que necesitaría, no quería que se notara que faltaban cosas. Encontré una
vieja agenda que era de papá y también la guardé en la mochila. Me puse un
sombrero y unas gafas y salí de casa. Me tomé un colectivo que iba hacia el
centro. Cuando bajé ahí, me dirigí hacia el primer teléfono público que vi y
llamé a la policía, como pude cambié la voz. Dije que tenía información sobre
la asesina que estaban buscando, dije los nombres de las víctimas, el nombre de
mi madre, la dirección de la casa y corté. Luego busqué en la agenda un nombre
y encontré la dirección que buscaba, por suerte era un lugar que sabía cómo
llegar, me tomé otro colectivo y fui a la casa de mi tía. En realidad, no es mi
tía de sangre, es una señora que cuidó a mi padre de pequeño, fue como una segunda
madre para él y de niña había sido como
una abuela para mí. La última vez que la vi fue en el funeral de papá. Habían
pasado años y ahora, sería una anciana y no sé por qué querría ayudarme, pero
era mi única esperanza. Le conté la
historia, pero le saqué muchos detalles… Le dije que mi madre se había vuelto
loca y me había encerrado en el sótano, que había logrado escapar y que no
tenía adónde ir. Ella se compadeció de
mí, me acogió en su casa y desde entonces, acá estoy.
Hace unos días la cara
de mi madre invadió todos los noticieros, anunciando su desaparición y su
búsqueda por sospechosa de los espeluznantes homicidios ocurridos en los
últimos meses. La policía pedía que se les informara sobre cualquier
información sobre ella. No han mencionado nada sobre mí, todavía. No he salido
desde que llegué a esta casa y no pienso hacerlo. Espero que la encuentren
pronto. No soportaría que mi llamada no haya servido de nada, necesito que todo
esto se termine ya. La tía se ha quedado impactada y yo fingí estarlo también, como si recién me
enterara que mi madre es una asesina en serie. No me costó mucho la verdad, ya
que estoy muy asustada y últimamente no hay un día que logre evitar llorar.
Extraño mucho a mis amigos y me odio por haber tenido que desaparecer sin
haberme despedido. Ahora que saben lo que es mi madre, seguramente piensan que
estoy muerta o con ella y me deben odiar, no los culpo.
La tía es una de las
mejores personas que he conocido, es tan buena conmigo que no lo merezco. Si
supiera que hace años que sé lo que mi madre hace y que nunca hice nada para
pararlo me despreciaría. Ella es tan pacífica y comprensiva. Parece feliz ahora
que tiene a alguien para que la ayude con la casa, ya está débil para que haga
todo ella sola.
Sábado 17 de diciembre
Hace dos días
capturaron a mi madre en una estación de servicio sobre una ruta. Ahora está
detenida. Fue un verdadero alivio saberlo. Incluso el ambiente de la casa
parece más agradable. Los últimos días la tía y yo estuvimos muy nerviosas ya
que no conseguían atraparla. No les fue
fácil, le costó la vida a un oficial de policía. Al final, como era esperado,
yo también salí en los noticieros con un cartel de “desaparecida”. Ahora que
atraparon a mi madre se tranquilizaron, supongo porque esperan que ella sepa
dónde me encuentro. Así que tuve que cambiar un poco mi aspecto, me corté el
pelo y lo teñí de otro color.
Ayer decidí ir a ver a
mis amigos y la cosa no salió muy bien. Fui a la escuela en el horario de
salida y me quedé en la vereda de frente observando. Primero vi a Selene que
caminaba hacia la esquina seguida de Alan. Estaban esperando que el semáforo
prendiera su luz roja para poder cruzar, cuando Daniel se acercó y le dijo algo
a Selena, ella se hizo la ofendida y le pegó en el hombro, Alan reía y luego,
los tres reían. Los autos pararon y los tres cruzaron, comencé a acercarme. Los
seguí unos metros para estar más alejados de la muchedumbre que se formaba a la
salida de la escuela. El momento justo se presentó ante a mí, Alan se había agachado
para atarse los cordones y Selena y Daniel lo esperaban. Estaban charlando
animadamente y no prestaban atención al resto, así que me paré en frente de
Alan, justo empezaba a levantarse y a decir algo, entonces me vio. Su cara se
transformó en una mueca de sorpresa, que en otra situación hubiera resultado
gracioso. Entonces Daniel y Selena pararon de hablar y también me vieron,
parecía como si estuvieran viendo un fantasma. Ella fue la primera en
reaccionar. Se acercó a mí y me pegó una cachetada.
-
Idiota
mentirosa. –Me dijo mirándome a los ojos. -¿Cómo podés…-Su voz se quebró y se
convirtió en un llanto, las lágrimas corrieron por sus mejillas. Respiró hondo
y levantó un poco la voz -¡Pensábamos que estabas muerta!
-
Chicos,
perdón por todo, no saben lo arrepentida que estoy…es que, en el momento, no
pude pensar…-Suspiré. –Hice lo que pude para sobrevivir y…
-
Nos
mentiste. –Dijo Alan, su voz sonaba cortante, fría.
-
Yo no
quería pero…
-
¿Cómo no
pudiste confiar en nosotros? Éramos tus amigos –Dijo Selena
-
¿Éramos?
–Respondí.
-
Si,
éramos. –Entonces Selena dio media vuelta y comenzó a alejarse, Daniel me miró
con tristeza y sin decir ninguna palabra la siguió. Alan me miró unos segundos
más, unos segundos que parecieron horas. Me miró con odio, yo intenté decirle
algo más pero solo pude balbucear, un nudo se formó en mi garganta, y él solo
negó con la cabeza y se alejó también.
Así se alejaron de mi
vida las únicas personas que tenía. Ya no queda nada de mi vida. Estoy
destrozada y ya no sé cómo seguir, ya no sé si quiero seguir.
3 de enero de 2012
Este último tiempo ha
sido duro. La tía está enferma y los médicos nos han dicho que no creen que
viva más de seis meses. Ella no tiene a nadie, solo estoy yo, y he decidido
quedarme hasta el último momento. Ella dice que quiere que me quede con la casa
y todas sus cosas. A mí me parece demasiado.
Mi madre está
internada en un instituto psiquiátrico para criminales. Con respecto a mí, creo
que han dejado de buscarme. A pesar de todo, mis amigos no han dicho nada. Así que,
quiero pensar que estoy a salvo. Ya decidí que no voy a quedarme con la
casa, en cuanto la tía ya no esté más en este mundo, la venderé y me iré a otro
lugar, no sé a cuál todavía. Necesito empezar de nuevo. Necesito superar esto y
poder seguir con mi vida y siento que, si me quedó acá, voy a quedar estancada.
Esta ciudad me recuerda a todo, a mi madre, a mi padre, a mis amigos, a mi
antigua yo. Todo eso ya no es parte de mí, y recordarlo solo causa dolor. Lo
peor son las noches, las pesadillas no me dejan dormir en paz. Me despierto a
mitad de la noche temblando de miedo, sin poder recordar qué estaba
soñando. Supongo que a veces hay que
dejar de pensar y dejar que las cosas fluyan y sucedan solas. Otras veces hay
que analizar qué nos hace bien y qué nos hace mal. Hay confusiones y decaídas
en el camino, pero siempre hay que seguir. Sé que habrá más noches de lágrimas,
de presiones en el pecho y de incontables tazas de té de tilo. Pero voy a estar
bien, y voy a buscar la forma para estar mejor.
La tía se está tomando
la situación bastante bien. Está asustada, pero ¿quién no lo estaría? Aunque
creo que ya aceptó que es el ciclo de la vida, que es algo que no puede evitar
ni ella ni nadie. Y ella decidió irse en paz. Así que se toma las cosas con calma.
Los médicos dijeron que no va a sufrir, que se irá apagando lentamente como un
fuego y luego se dormirá, para siempre. Es duro verla morir, aunque el tiempo
que pasamos haya sido corto, creo que es una de las personas más importantes
que he tenido en mi vida y nunca voy a olvidarla. Por eso es que ahora necesito
estar bien, para ella. No quiero que sus últimos momentos de vida sean verme
sufriendo.
9 de enero del 2012
Decidí ir a ver a mi
madre al manicomio, solo necesitaba saber que de verdad estaba ahí, que de
verdad no iba a poder matar a nadie otra vez. Estaba muy nerviosa, más que nada
porque tenía miedo de que me reconocieran. Dije que era una amiga de Caroline,
la verdad es que no me prestaron mucha
atención. Luego un hombre me acompañó hacia una puerta que conducía a un
pasillo donde estaban las celdas. Me indicó cuál era la de mi madre y me dijo
que cuando terminara que le avisara para que me abriera la puerta.
Inmediatamente se alejó y desapareció detrás de la puerta por la que habíamos
venido.
Mi madre estaba
durmiendo, en esa habitación parecía tan inofensiva, despeinada y con esa bata
de paciente de hospital. La miré durante un rato. Ya me estaba levantando para
irme cuando abrió los ojos. Se incorporó de golpe y me miró directamente hacia
los ojos. Su aspecto era horrible, parecía tener diez años más y estaba pálida.
Se asemejaba a un fantasma más bien. Se notaba que no estaba bien cuidada, no
me esperaba más, ¿quién querría cuidar de una asesina sádica en serie? Me daba
escalofríos pensar que me encontraba en un lugar habitado de locos criminales.
Pero más me aterraba ella, y no pensaba demostrarlo de ninguna manera que ella
pudiera detectar.
Pensé que no me
reconocía, se notaba que estaba bajo el efecto de las drogas que le daban. Pero
es mi madre, y una madre siempre reconoce a sus hijos. Entonces comenzó a
hablarme, primero balbuceaba y yo no entendía qué me estaba diciendo. Luego se
paró y se acercó hacia mí.
-
Me
traicionaste, niña estúpida. –Me dijo.
-
Lo hice
tarde, tendría que haberte entregado en cuanto me di cuenta que estabas…
-
¡Yo volví
a buscarte! –Me interrumpió y siguió hablando como si no me hubiera escuchado.
-¡Volví! ¡Y me encontré con un montón de policías, me encerraron, me
abandonaron acá, como un pedazo de mierda!
-
Mataste a
personas inocentes, ¿qué esperabas? Deberías estar en la cárcel.
-
Sacame de
este lugar, Caroline. Soy tu madre y te lo ordeno.
-
¿Por qué
lo hiciste mamá? ¿Por qué las mataste? –Nunca olvidaré cómo me miró después de
eso. Luego empezó a reírse a carcajadas.
-
Porque
estoy loca claro. –Dijo sarcásticamente y siguió riéndose.
-
Me tengo
que ir, adiós mamá.
-
¡No me
importa, buscaré la forma de salir sola! ¡Y cuando lo haga, te encontraré y te
mataré! LOS MATARÉ A TODOS.
Y eso fue todo. Lo
último que escuché fueron sus insultos cuando caminé hacia la puerta para pedir
que me abrieran. Luego me fui sin ninguna intención de volver alguna vez en mi
vida. Creo que nunca sabré por qué lo hizo.
Creo que esto va a ser
lo último que escriba. Si todavía estás leyendo esto, gracias por llegar hasta
el final. Espero que puedas entender que todo lo que hice lo hice para
sobrevivir. No es que esté orgullosa de ello, para nada. Las caras de las
víctimas de mi madre y de sus familiares
quedarán grabadas en mi mente por siempre, y cargaré con la culpa de sus
muertes hasta que llegue mi hora de irme de este mundo. Aunque yo no las haya matado, dejé que pasara
y nunca me perdonaré por eso. Tendré que buscar la forma de vivir con ello. Necesito
seguir adelante y para eso necesitaba que
vos leyeras este diario, solo para sentir que alguien en algún lugar me
escuchó, me leyó mejor dicho. Supongo que te preguntarás cómo es que sabré que
alguien lo leyó de verdad y no lo tiró por ahí. Sé que lo sabré, lo sentiré
dentro de mí. Gracias por ayudarme a seguir adelante. Ahora necesito que me
hagas un último favor: quema este diario y no le cuentes a nadie sobre él, ni
sobre mí. Gracias otra vez, por tu tiempo.
Caroline.
Cerré el diario. Al principio no creía que la historia era
real, pensé “debe ser una broma”. Entonces guardé el diario en un cajón y traté
de seguir mi vida como si nada hubiera pasado. Pero no pude, no podía sacarme
las palabras de Caroline de mi cabeza. Simplemente, no podía dejar de pensar en
el diario, en ella, en si era real o no. Así que decidí comprobar la historia
por mí misma.
Tenía las fechas justo ahí en el diario de Caroline,
tranquilamente podía meterme en un diario virtual y buscar los artículos que se
habían publicado en esas fechas. Entonces lo hice. Al principio no encontré
nada, pero luego de un rato buscando
apareció una cronología, que explicaba todos los hechos hasta la internación de
la madre de Caroline en la institución psiquiátrica para criminales. En ese
momento me acordé del caso, las noticias en la televisión, ¿cómo pude ser tan
estúpida para olvidarlo? Todo el mundo estuvo hablando de los asesinatos en
aquella ciudad que quedaba en el interior del país. Leí todos los artículos que encontré, de todos
los diarios virtuales del país, incluso algunos de la ciudad en la que habían
ocurrido los hechos. En pocos se nombraba a Caroline, ni siquiera ponían su
nombre, solo “la hija de la asesina”. La
mayoría creía que estaba muerta, aunque la asesina no lo había confesado.
Cuando no hubo más estaba tan sorprendida que no sabía qué hacer. No podía
creer que a mi edad, una chica como yo, estuviera pasando por todo eso sin que
nadie supiera. Y yo, que me quejaba y lloraba por chicos que no valían la pena. Me sentí patética en ese momento. Estaba
enojada por lo injusto que era que nunca nadie se preocupara por encontrarla y
ayudarla. Al menos su tía pudo darle una mano en su momento.
Cuando logré tranquilizarme, decidí ocuparme del favor que
pedía Caroline en lo último que había escrito. Salí al patio de mi casa y lo
quemé en la parrilla. Luego entré y fui a darme una ducha para sacarme el olor
a humo que me había quedado. Escuché a
mis padres llegar mientras me bañaba, seguramente se pondrían a hacer la cena.
Era temprano, así que todavía tendría tiempo para leer algo antes de
dormir. Cuando terminé, pasé por la
cocina para llevar la ropa sucia al lavadero.
Después volví para ver que estaban cocinando y cuánto faltaba, me moría
de hambre. La televisión estaba encendida y pasaban propagandas. Comencé a charlar con mi madre
entusiasmadamente sobre una serie que había empezado a mirar cuando las
propagandas terminaron y empezó el
noticiero, mi padre se acercó a mirarlo. Yo seguía hablando cuando escuché algo
que me heló el corazón. El conductor del noticiero anunciaba una noticia de
último momento: Una asesina se había escapado de una institución psiquiátrica y
la policía estaba buscándola desesperadamente, ya que era una mujer
extremadamente peligrosa, que había cometido crímenes violentos hace dos años.
Miré la pantalla del televisor, donde aparecía la foto de la mujer buscada,
miré fijamente sus ojos y escuché dentro de mi mente las palabras del diario de
Caroline. Esas palabras que le había dicho su madre cuando fue a visitarla al
lugar del que ahora se había escapado. “¡No me importa, buscaré la forma de salir
sola! ¡Y cuando lo haga, te encontraré y te mataré! ¡LOS MATARÉ A TODOS!”
Me quedé paralizada por unos minutos, seguí mirando la foto
de la pantalla hasta que desapareció. Entonces comencé a temblar, el vaso que
tenía en la mano mientras charlaba se estrelló contra el suelo. Escuchaba a mi
madre gritando “¡Vera! ¿Qué te pasa? ¡Vera!” una y otra vez. Y todo comenzó a
nublarse a mí alrededor. Yo era la única que sabía sobre Caroline, que su madre
iría a matarla y no tenía cómo impedirlo, había quemado el diario. No tenía
pruebas, nadie me creería. Deseé con todas mis fuerzas que Caroline estuviera
demasiado lejos para que ella la encontrara.
Entonces todo se puso negro y me desmayé.
* * *
Caroline se despertó con el sonido
del viento de un día de otoño. Se
encontraba en medio de la oscuridad en su habitación, en su nueva casa, en su
nueva vida. Todavía no había amanecido, y no hacía mucho que se había dormido,
pero por alguna extraña razón sabía que no podría volver a dormirse. Se levantó y se abrigó con un sweater. Caminó
en la oscuridad hasta la cocina, encendió la luz y se dispuso a hacer café. La
casa estaba en tal silencio que solo se escuchaba el viento y el sonido de las
hojas del exterior. De a poco comenzó a
llover.
Caroline caminó con su taza de
café caliente en las manos hacia la ventana que daba hacia afuera de la casa.
Corrió un poco la cortina para poder mirar la lluvia. Sus pensamientos
comenzaron a llevarla a otro lugar. No supo por cuánto tiempo estuvo con la
cabeza contra el vidrio mirando hacia afuera, como esperado algo, ¿o alguien?
Hacía una semana que se había enterado que su madre se había escapado de la
institución mental en la que había sido encerrada debido a los crímenes que
había cometido. En el momento en que
había visto la noticia en la televisión, supo que significaba: su madre vendría
a cumplir su promesa.
El sonido de un trueno la
sobresaltó y la calle se iluminó por un segundo. Y ese segundo bastó para ver
la silueta de una persona parada en la vereda de su casa. Se frotó los ojos con
fuerza, esperando que solo hubiera sido un producto de su imaginación, pero en
el fondo, sabía que no lo era. Había llegado el momento. Se incorporó rápidamente,
fue hasta la cocina, abrió el cajón, tomó una cuchilla y apagó la luz. Se hizo
silencio, toda la casa estaba a oscuras, excepto por los rayos de la luna y las
luces de vereda que se colaban por las ventanas. Caroline no tenía miedo. Estaba llena de
adrenalina que rondaba por todo su cuerpo. Era el momento que había esperado
todo este tiempo, era ponerle fin a esta pesadilla que la había perseguido toda
su vida. Se sentía más lista y decidida que nunca, borraría la existencia de su
madre de la faz de la tierra, para siempre. Porque
soy la única que puede hacerlo, pensó.
Un estruendo rompió el silencio,
como si la puerta de entrada hubiera estallado en mil pedazos. Caroline se ocultó detrás de la pared que
separaba la cocina del living. Se aplastó lo más que pudo contra la pared, con
la cuchilla en la mano derecha. No se
movió, ni emitió ningún sonido, deseó que no se escuchara el sonido de su
respiración.
Se oyeron pasos, silencio, pasos,
silencio, otra vez pasos cada vez más cerca. El cuerpo comenzó a temblarle, su
corazón latía aceleradamente, no podía controlarlo. La escuchó entrar en la
cocina. Pasó a su lado, oía su respiración, sus pies arrastrándose por el piso,
las gotas de agua chocando contra el piso. Estaba frente a ella pero de
espaldas. No pensó y su reacción fue impulsiva, se lanzó sobre ella. Pero su
madre fue más rápida. Antes de que Caroline cayera sobre ella, se dio vuelta,
como si respondiera a un instinto animal, y la empujó contra la pared. Un grito
de dolor se escapó desde su interior. En menos de dos segundos, estaban las
dos, madre e hija, enfrentadas, frente a frente. La madre le apretaba el cuello
con ambas manos. Y Caroline se resistía con todas sus fuerzas. Por suerte, no se
le había caído la cuchilla e intentaba clavársela a su oponente, que cada vez
con más presión le cerraba las vías respiratorias. Se estaba ahogando, mientras
sentía el aliento de su mamá en su rostro, escuchaba su risa…El filo de su arma
ya casi acariciaba su mejilla pero no era suficiente, las fuerzas se le
escapaban, veía puntitos, ya no sentía
el cuerpo, se desvanecía…Desde su interior, Caroline, impulsó una fuerza que
nunca supo cómo pudo salir de su cuerpo. Lo único que recuerda es su madre
retrocediendo y gritando, con sangre corriéndole por el rostro. Sin pensar, la
derribó, se situó sobre ella. Ahora tenía el poder, ahora ella estaba a cargo.
Estaba encima de la persona que había hecho su vida un infierno, tenía la
cuchilla sobre su cuello, un poco de presión y todo terminaría, ya no existiría
más y pagaría por todo lo que había hecho. La luz de la luna que se filtraba
por la ventana iluminaba la cara de su madre, que la miraba con los ojos
abiertos, las pupilas dilatadas y una mueca de horrible que parecía expresar
locura, satisfacción, cualquier cosa menos miedo, tristeza o dolor.
-
Dale, hacelo, matame. –Le dijo su madre
sonriendo. –Es todo lo que querés, vamos.
Hazlo.
Caroline no respondió.
-
¡DALE, INÚTIL, MATAME DE UNA VEZ! –Las lágrimas
comenzaron a nublarle la vista.
-
No, no lo voy a hacer. –Le contestó su hija. Su
madre comenzó a reírse histéricamente.
-
Porque sos débil, como tu padre. –Escupió las
palabras con asco.
-
¿Qué?
-
A tu padre lo maté porque era débil, y vos
saliste a él. Estúpidos los dos. –Una
sensación inexplicable le recorrió por todo el cuerpo. Era la primera vez que
su madre le hablaba de su padre. Las lágrimas le recorrieron el rostro,
esperaba que su madre no las viera. -¿Saber eso no te hace querer matarme? Yo
sé que sí, dale, esta va a ser la única oportunidad y si no lo hacés ahora, voy
a matarte y destrozarte.
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No soy como vos, no soy un monstruo. –Caroline le
retiró el arma del cuello y con el mango la golpeó en la cien, dejándola
inconsciente. –No soy así, no…
Y se derrumbó en sus lágrimas.
Pero no lloraba de tristeza, lloraba de felicidad, porque entonces supo, que
todo había terminado.
***
Desperté de una pesadilla, miré la
hora en el celular, las diez de la mañana. Me levanté porque sabía que no me
iba poder volver a dormir. Fui hasta la cocina para hacer té y mientras tanto,
prendí la tele. No había nada para ver, todavía no empezaba Friends, mi serie
preferida. Así que me conformé con el noticiero, estaban pasando una noticia de
último momento pero yo no le daba mucha importancia. Una vez hecho el té, me
senté en la mesa, tomé mis vitaminas. Me acordé de que no había agarrado las
galletitas. Fui hasta la alacena, me
subí al banquito (porque soy petiza y no llego) Seguía medio dormida así que
casi me caigo, pero hice equilibrio. Estaba en busca de mis galletitas,
revolviendo toda la alacena, cuando de la tele escuché algo que me llamó
demasiado la atención. Habían capturado a la madre de Caroline, que se había
escapado del manicomio hacía dos semanas.
Me di vuelta bruscamente, salté del banquito, corrí a la tele y subí el
volumen, me quedé como boba mirando la televisión. Según el periodista contaba,
la policía había recibido un llamado telefónico diciendo que la criminal se
encontraba en la plaza que mostraban en la pantalla. Cuando la policía se
presenta en la plaza se encuentran con la asesina, atada a un banco de manos y
pies. Y con una nota anónima que todavía la policía no reveló su contenido. No
pude evitar sonreír, todo era obra de Caroline, estaba segura. Me senté y una sensación de alivio me
invadió, suspiré y terminé mi té.
***
Tres años después
Era primavera. Dentro de una
librería las personas entraban y se acercaban al mostrador, otras, deambulaban
por el lugar, buscando algo que les llame la atención. Pero hay una chica, que
sentada en el suelo, tiene varios libros apoyados entre las piernas y encorvada,
hojea uno, lo deja, hojea otro, toma otro del estante. Ella no parece notar lo
que pasa a su alrededor. Entonces otra persona, también concentrada en lo suyo,
la choca sin querer. Le pide disculpas. La chica desde el suelo, sin levantar
la cabeza y como si casi no lo hubiera notado, le responde unas palabras que la otra persona
no llega a entender bien porque el tono de voz era muy bajo. La persona la
rodea y pasa delante de ella, sigue mirando los libros. Y entonces como por
esas casualidades de la vida, sus
miradas se encuentran, se conectan, se reconocen, se entienden. Las dos
sonríen. Como si fueran amigas de una vida pasada. Pero eso es todo. Caroline
se da vuelta y camina hacia la salida de la librería y Vera baja la cabeza y
sigue leyendo.
Vera Miszka